martes, 23 de diciembre de 2014

La Fuente de los Leones

• Uno de los elementos decorativos que más se construyen en las ciudades son las fuentes, que por su arte escultural, el movimiento del agua y la utilización de sus luces, atraen la atención de todo visitante. Una muestra de ello es la Fuente de los Leones que se encuentra en la popular Plaza de San Francisco de Asís, uno de los lugares más visitado de nuestro patrimonio nacional.

Desde el siglo XVI durante los mismos comienzos de la urbanización de la plaza, llegó el primer ramal de la Zanja Real, primer acueducto de la villa desde 1592  y es entonces que se instala una primitiva fuente con una simple pila rodeada por un plato y desprovista de decoración donde se abastecían de su preciado líquido los buques y la población.

 En 1836 distinguidos personajes de la nobleza colonial, habían puesto todo su empeño en mejorar el entorno de la ciudad y es cuando se realiza la obra por el escultor italiano Giuseppe Gaggini, obsequiada a La Habana por Claudio Martínez de Pinillos, conde de Villanueva, como muestra de poder e imagen en su rivalidad con el capitán general Miguel Tacón.

Esta bella fuente está compuesta por cuatro pedestales de mármol de Carrara que sostienen a igual número de leones echados, alcanzando una altura de 2,5 metros. En el centro de la fuente se alza una columna de 1,5 metro de alto y 0,45  de diámetro coronada con una corola que vierte el agua contenida, donde muchas de las palomas de la plaza beben su agua y se asean.

Varias veces se tuvo que cambiar su sitio, en 1844 se trasladó a la glorieta que se encontraba a la salida de La Puerta de Monserrate, en la Alameda de Extramuros o Isabel II, hoy Paseo del Prado, allí permaneció hasta 1902, después estuvo en el Parque de Trillo en el Barrio de Cayo Hueso, más tarde en el Parque de la Fraternidad, luego  en los almacenes de la Secretaría de Obras Públicas, hasta que en el año 1963 volvió a su lugar de origen gracias a la labor realizada por la Comisión Nacional de Monumentos.

En los años 90 se realizaron trabajos de pavimentación, adoquinado, limpieza y mantenimiento, que destacan su belleza y conservan su vida útil, para el disfrute de todos. •

sábado, 20 de diciembre de 2014

La iglesia de San Francisco de Paula



FOTOS DE AHMED VELAZQUEZ
• A orillas de la hermosa Bahía de La Habana se encuentra un templo religioso de culto católico romano, la antigua iglesia de San Francisco de Paula, considerada una de las más preciadas joyas del patrimonio cubano y uno de los lugares reflejados en la novela Cecilia Valdés, obra cumbre del escritor cubano Cirilo Villaverde. Al estar situada al final de la antigua Alameda del mismo nombre y en las cercanías de la Avenida del Puerto, llama la atención a todo transeúnte.
 La iglesia y el aledaño hospital para mujeres menos favorecidas por la fortuna, no tardó en convertirse en reclusorio de presas que ya no cabían en los recintos penitenciarios. Fueron construidos durante la segunda mitad del siglo XVII y fundados por Nicolás Estévez Borges, Rector de la Parroquial Mayor de San Cristóbal de La Habana, el 10 de diciembre de 1664. Más tarde en el año 1730 los dos edificios fueron dañados por un temporal, que dio motivo a que fueran reconstruidos prácticamente en su totalidad.
La arquitectura colonial de esta edificación es una muestra del estilo arquitectónico barroco español de la primera mitad del XVIII, y guarda gran semejanza con la iglesia de San Francisco de Asís, de la que es contemporánea. La fachada se presenta con arco central y columnas adosadas a los lados intercaladas en el piso alto con sendas hornacinas típicamente española, y en lo alto está coronado por una espadaña cuyas campanas se habían perdido.
En 1907 los intereses norteamericanos comenzaban a cambiar la faz de la capital. La compañía ferrocarrilera  Havana Central Railroad  emprendió la expropiación forzosa del templo y su hospital, para convertirlos en almacenes mercantiles. A partir de entonces tuvieron lugar varios intentos para demoler los edificios, negándoles todo valor patrimonial, y sólo la oposición de ilustres intelectuales como el historiador Emilio Roig de Leuchsenring y el antropólogo don Fernando Ortiz, respaldados por algunas instituciones, consiguieron salvar la iglesia pero no el hospital, que se demolió por decisión de sus nuevos dueños.
En 1998, la iglesia de Paula tenía un aspecto abandonado, donde había perdido gran parte de sus cristales en el ventanal del fondo. Es entonces que en el año 2000 gracias a un proyecto de la Oficina del Historiador de La Ciudad se comienza la rehabilitación del pequeño templo con la participación de especialistas y de varios artistas de la plástica cubana, como el vitral de Nelson Domínguez y Rosa María de la Terga; la escultura del santo hecha por Duvergel y el espectacular lienzo de Roberto Favelo. Otras obras fueron por Juan Narciso Quintanilla quien hizo el altar, las pilas bautismales y la lápida a Brindis de Salas en mármol; José Rafat con la cruz y una lámpara en plata; Zaida del Río con las escenas del Vía Crusis; Aniceto Díaz e Isabel Jimeno en murales de cerámica; Ernesto Rancaño con un Cristo sobre madera y Kief Antonio Grediaga fundió en bronce las campanas del campanario. Todas estas creaciones la convirtieron desde entonces, en la capilla del arte sacro contemporáneo cubano.
Una de las restauraciones de gran importancia ha sido el órgano de la iglesia, (Daublaine-Ducroquet, Francia, 1845-1855) que es el único instrumento de su tipo que se conserva íntegramente en su emplazamiento original. Su restauración devolvió una parte de la historia musical de Cuba, pues una de sus funciones está en las actividades culturales que se realizan en este recinto, como los conciertos por el Conjunto de Música Antigua Ars Longa, las presentaciones de maestros organistas y la realización de festivales internacionales del mismo género. •