viernes, 24 de marzo de 2017

MUSEO DEL CHOCOLATE- Antigua Casa de la Cruz Verde

• Cuando caminamos por las calles Amargura y Mercaderes en La Habana Vieja, podemos encontrar una casa llena de historia y simbolismo, la célebre Casa de la Cruz Verde, nombre que adquirió por marcar el punto de partida de las procesiones del Santo Vía Crucis. Esta antigua residencia perteneció a la familia Basavé, también del Capitán de Voluntarios de Caballería Don Francisco Zequeira y León, Conde de Lagunillas, entre otros.
La época de construcción fue realizada en el siglo XVIII según señalan algunos historiadores y en su fachada, en una esquina, tiene colocada desde 1740 lo más notable que ha llegado hasta nuestros días, una cruz de madera pintada en verde, con un soporte en piedra tallada. La devoción de esta insignia se debió a los frailes franciscanos durante la época de la cristianización del Nuevo Mundo, a lo largo de los siglos XVI, XVII Y XVIII. La arquitectura de la casa, desde su inicio, contó con dos sencillas plantas, donde se destaca el balcón corrido por ambas calles. La planta baja se destinó para diferentes comercios, una bodega, un café, entre otros y la alta se dedicaba a vivienda, pero siempre conservando la cruz verde en su esquina. Esta edificación durante largos años sufrió un deterioro en su estructura, donde llegó a perder la planta alta y solo quedó en pie su fachada, pero gracias al proyecto de restauración de los especialistas de la Dirección de Arquitectura Patrimonial de la Oficina del Historiador, le devolvieron en el año 2003 la distinción que merece y lo convirtieron en el Museo del Chocolate. La remodelación de este inmueble marcó el inicio del Proyecto Brujas que fue una iniciativa de cooperación entre Cuba y el pueblo belga, a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. La institución patrimonial de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana invita a un recorrido por la historia del cacao, su cultivo, producción y comercialización, que se muestran en paneles colocados en las salas del museo, desde su descubrimiento por los españoles en América y su uso por los pobladores antes de la colonización europea. Otras atracciones del lugar es una exposición permanente de una colección de tazas chocolateras de porcelana, procedentes de Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia, que presentan una variedad de diseños entre los siglos XIX y XX, como la taza bigotera francesa, que utilizaban los caballeros que bebían el delicioso líquido sin mojar sus bigotes. Otros de los objetos que se pueden apreciar en el museo son los moldes de baquelita y un envase para confituras, donados por el Museo de la Plaza Real de Bruselas que enriquecen la colección conformada también por chocolateras de cerámica ordinaria, cazuelas, cántaros y tazones de loza inglesa hallados en excavaciones arqueológicas del Centro Histórico que fueron utilizados en los entornos domésticos y religiosos habaneros de los siglos XVIII y XIX. En un agradable ambiente los visitantes pueden adquirir una variedad de ofertas de chocolate, apreciar las técnicas para la fabricación artesanal de bombones y degustar la exquisita bebida preparada a la manera tradicional o según la elaboraban los aztecas •

viernes, 22 de julio de 2016

Los bailadores en zancos

FOTO: Coralia Rivero
• Unas de las actividades culturales que se realizan en La Habana Vieja son los bailes sobre zancos, a cargo de un grupo llamado Gigantería, integrado por jóvenes del teatro callejero que han rescatado las tradiciones de la cultura afrocubana de La Habana colonial. Se presentan con trompetas, tambores, vestidos con trajes de alegre colorido y haciendo malabares en fiestas callejeras que atraen la atención de todos. Además, utilizan la animación de muñecos de grandes dimensiones y la interpretación musical de una conga que contagia y alegra. Estos artistas son como una familia que se han sumado a los esfuerzos de la Oficina del Historiador de La Habana, para preservar algunos de los valores culturales que definen la espiritualidad cubana de quienes transitan por sus adoquinadas calles. Los zancos fueron los primeros en utilizarse en estas actividades, pero con el paso de los años se fueron incorporando los malabares con pelotas o clavas, las habilidades con fuego, soga, bastones y cadenas, así como también el uso de la voz y la plasticidad corporal. El grupo promueve el arte de las estatuas vivas en Cuba, produciendo una diversa galería de personajes fantásticos de la mitología y el imaginario popular que muestran un gran valor gestual. Otras de sus funciones son fomentar una labor pedagógica con otros grupos que realizan teatro callejero, a través de conferencias, talleres y presentaciones conjuntas. También comparten con artistas de otros países, donde se propicia un aprendizaje mutuo. En algunos de sus espectáculos teatrales interactúan con los transeúntes, con intervenciones que van desde performances hasta puestas en escenas, concebidas para el entorno de una plaza pública. Gigantería ha logrado un sello muy particular, utilizando elementos de la tradición cultural, unido a conceptos y visiones de la actualidad.•

viernes, 29 de enero de 2016

Palacio de los Condes de Santovenia-Hotel Santa Isabel

• En la Plaza de armas, por la calle Baratillo se encuentra una residencia de estilo neoclásico, que por su extensión y carácter arquitectónico, es digno contrapunto de los palacios del Segundo Cabo y el de los Capitanes Generales: el llamado Palacio de los Condes de Santovenia. Esta casa se construyó en los últimos años del siglo XVIII para el habanero Dr. Julián F. Martínez de Campos, Conde de Santovenia, que entró en posesión de su título nobiliario por Real Decreto de Fernando VII, el 7 de mayo de 1824.
Ya en 1832 pasa la propiedad del palacio al sobrino de éste, llamado José María Martínez de Campos que también fue titulado Conde de Santovenia y durante los años que habitó en él realizó varias mejoras, como fue poner la baranda de hierro —que lleva en el paño de la esquina sus iniciales— y algunos arreglos interiores, entre otros. Las habitaciones altas estaban lujosamente amuebladas y la planta baja se encontraba dedicada a los almacenes. En 1833 se celebraron ante esta mansión extraordinarias fiestas, en una de las cuales se efectuó la ascensión de un globo aerostático sin aeronauta. El pintoresco globo rojo, elevado desde la azotea del palacio, llevaba un emblema dedicado a la princesa Doña María Isabel de Borbón que recién ascendía al trono de España. Todo el edificio estaba iluminado con velas colocadas en tres mil vasos de varios y vivos colores que seguían la línea de las doce columnas sobre las que descansan once arcos formando un elegante pórtico. Entre los años 1867-68 en esta mansión se encontraba instalado el Hotel Santa Isabel. Un cronista norteamericano reseñó en su obra “Cuba a pluma y lápiz”, que la antigua residencia del Conde de Santovenia, convertida en hotel, era el mejor de la ciudad, por sus habitaciones grandes y aireadas. Veinte años después, en la planta alta de este palacio, se construyó la Lonja de Víveres de La Habana, y más tarde en 1943, fue totalmente remozado sin cambiar su primitiva construcción. A partir de marzo de 1997 y operado por el grupo Habaguanex S.A., es convertido en el hotel de lujo Santa Isabel donde ofrece las comodidades de un centro con categoría cinco estrellas, con la particularidad de un ambiente acorde con el entorno colonial donde se localiza. Muchos reconocimientos y elogios han sido aportados por varias personalidades, como los estadounidenses Jack Nicholson y Bruce Willis, o la vedette cubana Rosita Fornés. Con todos esos aires a favor, el Santa Isabel se exhibe orgulloso como una de las joyas para el turismo. •

miércoles, 27 de enero de 2016

La Farmacia-Museo Taquechel

• Entre los lugares más atractivos de la calle Obispo en La Habana Vieja, se encuentra una farmacia devenida tienda y museo, la cual rinde honores a su creador, el eminente farmacéutico Francisco Taquechel en 1898, quien le concedió a su tienda y laboratorio fama y preferencia durante muchos años.
En el año 1997 la antigua farmacia fue restaurada por la Oficina del Historiador de la ciudad, pues se encontraba deteriorada por el paso del tiempo, la ausencia de mantenimiento y por el grave incendio que allí tuvo lugar. La labor de restauración permitió rescatar su imagen, su mobiliario y la puesta en función de sus diferentes áreas, como el laboratorio, almacenes y comercialización, devolviéndole el encanto de épocas pasadas Este establecimiento ganó el prestigio en su época por la calidad de sus productos y los razonables precios. La decoración está inspirada en las corrientes francesas y por los avances de la alfarería europea del siglo XVIII. Sus estantes típicos de caoba están decorados con pomos de porcelana y cristal donde se almacenaban los medicamentos. También se encuentran adornos de mármol y las vidrieras, que constituyen elementos de gran atracción, por su belleza y conservación. Otros objetos que también se exhiben son los utensilios para la elaboración de los medicamentos y los libros de recetas con remedios naturales de la época. En la calle Obispo número 155 entre Mercaderes y San Ignacio se encuentra esta farmacia-museo, donde se comercializan medicinas homeopáticas, suplementos dietéticos, cosméticos, cremas de algas, mieles, productos derivados del cartílago de tiburón, vitaminas y minerales antioxidantes, para continuar la línea de excelencia que la marcó desde sus inicios. •

martes, 20 de octubre de 2015

El Caballero de París

• Una estatua de bronce y de tamaño natural, es un punto de atracción de todo visitante que pasea por la Plaza de San Francisco frente a la puerta de la Basílica del Convento del mismo nombre en la Habana Vieja. Esta obra fue realizada por el destacado artista José Villa Soberón, donde lo muestra como el eterno caminante que fue de toda la ciudad. La persona que representa fue el llamado Caballero de París, apodo que adquirió de las personas que lo veían paseando por la Acera del Louvre con una buena conducta, su forma de vestir con traje y capa negra, su pelo canoso y largo sujeto en la espalda y con varios libros y periódicos que siempre llevaba bajo su brazo. La vida de este hombre estuvo llena de contratiempos que lo fueron trastornando mentalmente, por eso hacia discursos incoherentes y tenia delirios de ser un gran personaje. Se supone que perdió la razón cuando fue arrestado en 1920 y encarcelado en la prisión del Castillo del Príncipe por un crimen que no había cometido, a partir de entonces deambulaba y dormía por las calles, pero no pedía limosnas. Su verdadero nombre fue José María López LLedín, nació en la aldea de Vilaseca de Fonsagrada, en la provincia gallega de Lugo España, el 30 de diciembre de 1899. A muchos habaneros les gustaba conversar con él pues les llamaba la atención toda esa fantasía que relataba con una hidalguía de un gentilhombre del pasado: (…) Yo soy un gran espada, un gran mosquetero, un gran señor de todos los señores. Está claro. Yo soy un auténtico, un legítimo Caballero de París, corsario con los hombres, galante con las damas, príncipe de la paz, divino emperador y rey del mundo”. “Es lógico que sea popular. Todo el mundo me conoce. Todo el mundo me mira. Yo soy la leyenda que camina, la tradición sagrada que recorre las calles. Yo soy no un hombre sino un dios... Un dios que persigue la paz entre los humanos y la guerra entre los guerreros.” (Fragmento del libro Yo soy el Caballero de París, del doctor Luis Calzadilla) Muchas son las historias sobre su familia y la vida de este popular personaje que terminó padeciendo una parafrenia que provocó su delirio imaginativo. El 7 de diciembre de 1977, el Caballero fue internado en el Hospital Psiquiátrico de La Habana en Mazorra, en las afueras de La Habana, como acto humanitario. La razón fundamental para su internamiento no fue que amenazara a nadie, sino por su deplorable estado físico que terminó con su vida el 12 de julio de 1985. Por iniciativa de Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, sus restos exhumados fueron llevados a un sitio de privilegio, la Basílica del Convento de San Francisco de Asís, que hoy en la actualidad es una espléndida sala de conciertos. Muchos turistas que van a ver su estatua tocan su barba y una de sus manos, pues creen que así volverá algún día a visitar La Habana, creando así una nueva leyenda. • FOTO: Coralia Rivero

domingo, 22 de febrero de 2015

El jardín de Diana

• Entre las labores realizadas en La Habana Vieja se encuentra la creación de espacios, donde el diseño de la jardinería juega un papel esencial, acompañados con fuentes y esculturas que dan al conjunto un agradable ambiente. Uno de ellos es llamado El Jardín de Diana que rinde tributo a la memoria de la princesa de Gales (1961-1997). La creación de este jardín se realizó en una parcela de terreno, ubicada al fondo de la que antes fuera mansión de la renombrada familia Pedroso, uno de los inmuebles más antiguos de nuestra ciudad colonial, justo frente a la bahía habanera y muy próximo a la Plaza de San Francisco de Asís, en la calle Baratillo entre Carpinetti y Obra Pía. Ocupa un área que abarca los 740 metros cuadrados. Se utilizó pavimentos de gravilla que delimitan los senderos en medio de la vegetación y al centro se ubicó un estanque en forma de aro cubierto con cerámicas de colores, portando plantas acuáticas, y una pérgola formada por arcos. La decoración ambiental contiene obras de renombrados artistas de la plástica cubana como Alfredo Sosabravo, René Palenzuela y Juan Narciso Quintanilla. El área verde está compuesta de árboles y plantas ornamentales de diferentes países, como el roble, la ceiba brasileña, crotos y helechos entre otras especies. La realización de esta obra fue gracias a un proyecto de los especialistas de la entonces Dirección de Arquitectura Patrimonial de la Oficina del Historiador. La inauguración se realizó a los pocos meses después de la muerte de la princesa Diana de Gales, quien falleció en un accidente automovilístico en París el 31 de agosto de 1997. Su hermosa labor social estaba en encargarse cotidianamente de asuntos relacionados con los minusválidos, la infancia, los enfermos de SIDA, de cáncer y la gente sin hogar. Con el tiempo llegó a representar a más de 500 instituciones que promovían la protección y el amparo de aquellos sectores sociales de menos recursos. El bello rincón habanero, digno de respeto, ha mantenido su belleza para que el visitante encuentre, un lugar apropiado para el descanso, un ambiente de paz y meditación. “Hoy este jardín constituye un espacio de concordia abierto para gentes de todo el mundo que visiten La Habana”, como afirmó nuestro historiador, el Dr. Eusebio Leal el día de su inauguración. •

martes, 23 de diciembre de 2014

La Fuente de los Leones

• Uno de los elementos decorativos que más se construyen en las ciudades son las fuentes, que por su arte escultural, el movimiento del agua y la utilización de sus luces, atraen la atención de todo visitante. Una muestra de ello es la Fuente de los Leones que se encuentra en la popular Plaza de San Francisco de Asís, uno de los lugares más visitado de nuestro patrimonio nacional.

Desde el siglo XVI durante los mismos comienzos de la urbanización de la plaza, llegó el primer ramal de la Zanja Real, primer acueducto de la villa desde 1592  y es entonces que se instala una primitiva fuente con una simple pila rodeada por un plato y desprovista de decoración donde se abastecían de su preciado líquido los buques y la población.

 En 1836 distinguidos personajes de la nobleza colonial, habían puesto todo su empeño en mejorar el entorno de la ciudad y es cuando se realiza la obra por el escultor italiano Giuseppe Gaggini, obsequiada a La Habana por Claudio Martínez de Pinillos, conde de Villanueva, como muestra de poder e imagen en su rivalidad con el capitán general Miguel Tacón.

Esta bella fuente está compuesta por cuatro pedestales de mármol de Carrara que sostienen a igual número de leones echados, alcanzando una altura de 2,5 metros. En el centro de la fuente se alza una columna de 1,5 metro de alto y 0,45  de diámetro coronada con una corola que vierte el agua contenida, donde muchas de las palomas de la plaza beben su agua y se asean.

Varias veces se tuvo que cambiar su sitio, en 1844 se trasladó a la glorieta que se encontraba a la salida de La Puerta de Monserrate, en la Alameda de Extramuros o Isabel II, hoy Paseo del Prado, allí permaneció hasta 1902, después estuvo en el Parque de Trillo en el Barrio de Cayo Hueso, más tarde en el Parque de la Fraternidad, luego  en los almacenes de la Secretaría de Obras Públicas, hasta que en el año 1963 volvió a su lugar de origen gracias a la labor realizada por la Comisión Nacional de Monumentos.

En los años 90 se realizaron trabajos de pavimentación, adoquinado, limpieza y mantenimiento, que destacan su belleza y conservan su vida útil, para el disfrute de todos. •